Prepara una infusión de romero (estimula la mente y aclara los pensamientos). Mientras se enfría un poco, escribe en automático. Bebe despacio, sin distracciones. Luego sal a caminar, deja que el cuerpo decida antes que la mente. La claridad llega a su ritmo, cuando hacemos espacio.

Llena un frasco con sal gruesa, hojas de laurel y cáscaras de naranja seca. Agítalo mientras piensas en lo que te pesa. Al terminar el día, vacíalo en el suelo o en una maceta. A veces soltar es tan simple como dejar de sostener lo que ya no nutre.

En la mitad de un coco, vierte la miel de tu preferencia y báñate todo el cuerpo con ella. Hazlo sin prisa, tocándote con la misma atención con la que cuidarías algo frágil. Luego enjuaga con agua tibia. El cuerpo también necesita gestos que le recuerden que merece dulzura.